lunes, 17 de agosto de 2015

Del fin del martinato a la militarización actual

Hace unos meses celebramos en El Solar un evento que por más que no se quiera aceptar, es uno de los más importantes con respecto a nuestras raíces históricas como salvadoreños, de cara a una realidad a toda vista convulsa. Nos visitó el educador y antropólogo Julio Martínez, que además es el director de la escuela de antropología de la Universidad Tecnológica de El Salvador. Se nos ocurrió hablar del fin de la dictadura de don Maximiliano Hernández Martínez, como una forma de entender un poco del militarismo presidencial de nuestra sangrienta y semienterrada historia nacional. Descubrimos mucha información que se ahogaba bajo el mito del martinato, como se le ha denominado a ese periodo de trece años en la historia de El Salvador. Uno de los presidentes más inteligentes que ha tenido este país, reflexionaba Julio. Pero como muchos, inhumano. ¿Qué si el mejor o el peor? Eso ya no importa, si al final de cuentas fue un salvadoreño que mató salvadoreños a través de su voluntad. Y al respecto de eso quiero reflexionar.
Un humano que mata a su hermano adquiere un poder sobre las vidas de los que le rodean. Lo confirma luego de la acción de matar. Y después de eso, es probable que esa experiencia de poder le brinde tal satisfacción que busque repetirla. Un humano enajenado de poder. Ese es el mismo poder que brindan las armas, en todas sus dimensiones. Busquémoslas. Ya sean la espada del augurio de algún ser mitológico televisado, el hechizo trabuco de barriada o las pistolas de quienes cuidan a los presidentes. Pistolas que cuidan presidentes con balas de matar hermanos humanos, salvadoreños o foráneos, ya que ambos sangrarán lo mismo.
¡Qué feo escribir de armas en un país tan baleado y balaceado!
Este año cumplo diez de haber recibido una bala que me hizo sangrar bastante. Sobreviví y doy gracias a la Vida por seguir respirándola. Este año en pleno Equinoccio primaveral me saluda de nuevo la violencia social, rajándome la cabeza y haciéndome sangrar con la misma intensidad. Fueron armas que han llegado a envenenar las manos de mis hermanos humanos desde hace tanto tiempo que de tanto recordar nos ahogamos en tanta sangre pisoteada. Hoy hasta más de alguno bromea con que se hagan tamales de tripas de otros hermanos humanos. Es grotesco de parte de nuestra idiosincrasia, pero es.
Así, pensando en contra de tantas armas en territorio cuscatleco es que decidimos con el amigo Julio Martínez sacar a la luz un pedazo de la historia que nos habla del cruento inicio de la militarización de los poderes en El Salvador. De un ejército enajenado de poder y aun así sometidos por los propietarios del poder. Y las herramientas que se utilizan en cualquier milicia para hacer carrera no son violines o trompetas. Y sean las milicias que sean, con todos los motes, ideologías y argumentos que se quieran colocar, siempre se dicen “profesionales de las armas” y eso significa aprender a matar. Y muchos salvadoreños han aprendido ya, hiriendo y matando a tanto hermano salvadoreño. Haciendo sangrar las venas y el llanto de esta nación.
¿Es que ya agotamos todas las instancias para poder apreciar la vida de todo ser humano? Me rehúso a creerlo. Sobre todo en una América tan pujante como joven, aun con invasores encima a lo largo de su historia.

* * *

La desigualdad social que impera actualmente es desorbitante, aún después de tantos muertos por reflexionar, llorar y enterrar, si no es que nos toca antes buscar. Más armas nos traerán irremediablemente más sangre.
Salgo hoy tarde de El Solar y veo pasar una pareja de salvadoreños, hombre y mujer, uniformados en camuflaje verde y encapuchados. De seguro juegan al ladrón librado de a ‘de veras’ con otros hermanos salvadoreños. Y hasta en nuestros juegos de la infancia encontramos la violencia y el conflicto entre hermanos.
Ojalá que las armas se maten solitas y nos dejaran en paz, para recomenzar a ser una sola familia salvadoreña por edificar.

lunes, 10 de agosto de 2015

Tiberio y su trascendencia vital

La Vida es y sigue siendo un misterio. Aun más lo es su imagen sombra, cual perfecto espejo antagónico,esa misma hermana Muerte que ha estado rondando los espacios en que respiramos quienes desarrollamos las faenas de FundArte Cojutepeque.
Y es que hay hermanos que desde que aparecen traen encendida su estrella...
Según nuestros absurdos y heredados métodos de contabilidad temporal, el pasado 22 de julio 2015 partió nuestro felino amigo y hermano Tiberio hacia la eternidad de los recuerdos y el imaginario colectivo, pues ya no necesitó más de este aire para seguir perfilando la elegancia de su existencia.
Desde la enerina noche que apareció, como si obsequio rezagado del Solsticio de invierno del año 2013, nos robó un pedazo del corazón toda la ternura con que se reviste en la infancia toda fiera felina. Surge de las manos de nuestra hermandad cojutepecana y con el valor que esta misma representa, llegó nuestro amigo Tiberio para quedarse en el manantial del cariño que hizo surgir entre todos para con  él. Por dos años y medio incidió trascendentalmente sobre las diferentes actividades realizadas en El Solar o en las mismas entrañas de la Fundación, mientras desarrollábamos nuestro diario vivir de gestión cultural. Su sola presencia en el escenario, demostrando la elegancia del ébano en todo su pelaje hizo surgir desde admiraciones y suspiros hasta ingenuas e ingeniosas supersticiones.
Adoramos en secreto su natural forma de vivir la libertad en su especie animal, asignándole el nombre del segundo emperador romano, a sabiendas que la sola nominación -característica humana- siempre le queda corta a un ente con las características de nuestro oscuro amigo.
Su peculiar forma de convivir entre nosotros, sus naturales arrebatos instintivos y su soberbia manera del vivir felino llenan los tejados, jardines, rincones y senderos que hoy lo extrañan.

¡Celebren todas las especies que fueron víctimas de sus garras y afilados colmillos! Hoy cantan liberadas las guacalchillas y palomas que moran el jardín fundarteño, mientras suben y bajan con mayor tranquilidad las ardillas del árbol de mango. Hoy las lagartijas toman con paz el Sol y sueñan los roedores vecinos con volver a conquistar sus dominios, mientras subterráneamente continúa Tiberio haciendo elegancia de cada paso silencioso en nuestros entrañables recuerdos y bajo el arrullo luminoso de las noches con Luna felina.